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1 Capítulo 1: “Todos somos culpables de las violaciones de los derechos humanos: una mirada a las raíces del conflicto en las fronteras Belice-Guatemala y Haití-República Dominicana”, Annemiek Arkema

“Todos somos culpables de las violaciones de los derechos humanos: una mirada a las raíces del conflicto en las fronteras Belice-Guatemala y Haití-República Dominicana”

Annemiek Arkema

Spanish165, Capstone for Spanish Majors

Departamento de Idiomas y Culturas

Universidad de Drake, Des Moines, Iowa, EEUU

1 May 2020

Resumen

Las Américas fueron transformadas irreversiblemente cuando llegaron los primeros europeos a sus orillas. En esta región muchos de los conflictos actuales entre países y grupos culturales tienen sus raíces en la época colonial.  El conflicto en la frontera de Guatemala y Belice y la decisión de negar la ciudadanía a los descendiente de los haitianos en la República Dominicana representa la violación sistémica de los derechos humanos fundamentales por los gobiernos de estos países, lo que es un legado del desequilibrio de poder desde la época colonial. La frontera entre Belice y Guatemala ha sido disputada casi desde la independencia de Belice de Gran Bretaña. Este conflicto territorial empezó en la colonia donde las dos áreas eran controladas por poderes distintos. La gente del área votado para llevar su disputa a la corte de las Naciones Unidas, pero sus derechos a usar la tierra como quieren y tener agua de fuentes no contaminadas han sido violados por los gobiernos de México y Guatemala. En la isla que comparten Haití y la República Dominica hay un conflicto que comenzó con la separación de la isla en dos partes, una bajo el control de Francia y la otra por España. Esta enemistad entre los dos lados de la isla fue encapsulada en la decisión de eliminar la patria a la gente haitiana que vive en la República Dominicana, y todavía no hay un proceso desarrollado suficientemente para corregir esta negación de tener la nacionalidad donde su familia ha vivido por generaciones. Tras toda la historia de la raza humana han habido violaciones a los derechos humanos fundamentales, y este abuso de poder sigue siendo usado porque los países más poderosos se benefician de las ganancias que llevan como resultado la violación de los derechos de los menos poderosos. Como un mundo global hoy en día, ya no podemos negar que todos estamos involucrados en estas violaciones de los derechos humanos y necesitamos tomar la decisión de reversar el desequilibrio de poder y devolver los derechos fundamentales a la gente marginada.

 

Abstract

The Americas were irreversibly transformed when the first Europeans arrived on its shores. In this region, many of the current conflicts between countries and cultural groups have their roots in colonial times. The conflict on the Guatemala-Belize border and the decision to deny citizenship to descendants of Haitians in the Dominican Republic represent the systemic violation of fundamental human rights by the governments of these countries, which is a legacy of the imbalance of power since colonial times. The border between Belize and Guatemala has been disputed almost since Belize’s independence from Great Britain. This territorial conflict began in the colonial time where the two areas were controlled by different powers.  People living in the area have had the right to vote to take their dispute to the United Nations court, but their rights to use the land as they wish and to have water from uncontaminated sources have been violated by government decisions of Mexico and Guatemala in terms of land and water use. On the island shared by Haiti and the Dominican Republic, there is a conflict that also began with the separation of the island into two parts, one under the control of France and the other controlled by Spain. This enmity between the two sides of the island was encapsulated in the decision to eliminate the citizenship of the Haitian people living in the Dominican Republic, and there is still no sufficiently developed process to correct this denial of nationality where their families have lived for generations.  Throughout the history of the human race there have been violations of fundamental human rights, and this abuse of power continues to be used because the most powerful countries benefit from the profits that result in the violation of the rights of the less powerful. As a global world today, we can no longer deny that we are all involved in these human rights violations and we need to make the decision to reverse the power imbalance and return fundamental rights to marginalized people.

 

El continente americano fue transformado irreversiblemente cuando llegaron los primeros europeos a sus orillas. Muchos de los conflictos actuales entre países y grupos culturales en Latinoamérica tienen sus raíces en la época colonial.  Los europeos eran responsables por la creación de fronteras que los nativos nunca habían usado y los conflictos actuales sobre la tierra y la nacionalidad empezaron con la colonia y la división de fronteras y áreas que eran controladas por poderes distintos. En las tierras que hoy en día se considera Centroamérica, Gran Bretaña tenía control de una colonia donde hoy se ubica Belice, y España controló las tierras aledañas que hoy son Guatemala y parte de México. Todavía existe un conflicto sobre donde se demarca la frontera y la decisión ha tenido que ser traída a la Corte Internacional de Justicia de las Naciones Unidas. Los europeos dividieron la isla en dos, un lado para la colonia de Francia que hoy en día es Haití y el otro para la colonia española que hoy en día es República Dominicana. En la época moderna de la isla, la decisión del gobierno de República Dominicana a negar la nacionalidad de cualquier persona con raíces de inmigrantes indocumentados de Haití representa la culminación de este conflicto en una decisión de corte basado en el retorico político racista contra los haitianos y la decendencia africana, representada por un color piel más oscuro que aquel de los descendientes de españoles o los indígenas que han habitado allí desde la época colonial, aunque los países europeos no han controlado la isla por décadas. El conflicto en la frontera de Guatemala y Belice y la decisión a negar la ciudadanía a los descendientes de haitianos representa la violación sistémica de los derechos humanos fundamentales por los gobiernos de estos países, lo que es un legado del desequilibrio de poder desde la época colonial.

Primero, hay que fijar la definición de la palabra frontera. La idea de demarcar una frontera es siempre un hecho humano impuesto en la tierra y su naturaleza, pero es importante comprender su función porque contextualiza el conflicto entre los países tratando de llegar a un acuerdo respecto sobre donde fijar sus bordes. Es cierto que uno puede encontrar en la naturaleza líneas naturales que crean el sentido de dividir la tierra en dos o más sectores, como por ejemplo una cordillera o río, pero estos indicadores naturales no demarcan una línea fija que es una frontera en sí; representan obstáculos que impiden el paso de los seres humanos, lo cual impulsa que se les use por su conveniencia al delimitar un estado o país del otro. Además, como son formaciones naturales de la tierra, no son indicadores fijos y pueden cambiar debido a las estaciones o el tiempo, como cambia un río con una corriente más rápida o bordes más amplios debido a la llegada de la lluvia o la primavera con la nieve derritiéndose. El concepto de que una frontera debe y tiene que ser demarcada muy específicamente y defendida incluso por la fuerza, a través del uso de las fuerzas militares del gobierno del país que la reclama es un concepto occidental que los europeos trasladaron al Nuevo Mundo cuando era descubierto al otro lado del Océano Atlántico que no había existido en estas tierras de la misma forma antes de la llegada de los europeos (Dilla Alfonso, 2019, p. 94). Una frontera es una línea fijada por el ser humano para demarcar las tierras que se están reclamando, lo que fue un concepto impuesto en las tierras del continente americano con la llegado de los europeos y continua hasta hoy en día.

Las fronteras Belice-Guatemala y Haití-República Dominicana por parte son delimitadas por ríos que fluyen naturalmente para dividir un lado del otro. En el caso de Belice, el río Hondo al norte y noroeste, y el río Sarstoon al sur (Belize Government, 2018) y entre Haití y la República Dominicana parte de la frontera es definida por el río Dajabón (Peña, 2013, 59). Pero el uso de esta agua y el cambio de la corriente durante los distintos tiempos del año es problemático especialmente en las fronteras de Belice. Un investigador del impacto del agua en las fronteras y su relación a la cooperación política entre los países es Edith Kauffer-Michel, un profesor e investigador por el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Aix-Marseille III en Francia y ella ha publicado extensivamente en el área de las cuencas de los ríos y los problemas con demarcar una frontera en donde fluye un río, incluyendo su trabajo publicado en conjunto con Antonio García García, investigador de El Colegio de la Frontera Sur (García García, 2011, p. 131). Ella muestra la importancia de la definición sobre que significa “frontera” y “limite”, y también las diferencias sutiles en otros idiomas que tienen más de un palabra para hablar de este concepto. Ella examina las tres palaras que existen en inglés para este propósito, las cuales son “border”, “frontier”, y “boundary” para mostrar la importancia de las diferentes conceptualizaciones del significado de frontera en la creación de las líneas que demarcan exactamente donde el suelo de un país termina y otra empieza históricamente, así como su impacto en los tratados que dictan las fronteras que existen hoy en día (Kauffer-Michel 2013, p. 72). El concepto de demarcar una línea fija en la tierra es un concepto esencial en el mundo de hoy para establecer la soberanía de los países, pero esta manera de separar la tierra no es algo natural y no siempre ha existido en las Américas.

La frontera entre Belice y Guatemala ha sido disputada desde antes de que Belice obtuviera su independencia de Gran Bretaña y el control de los recursos naturales de sus tierras ha sido un tema muy polémico tras toda su historia después de la llegada de los británicos a sus costas. Este conflicto sobre la tierra preparó las aguas para el fundamento de lo que hoy en día es el altercado entre Belice y Guatemala. Como el profesor de la Universidad de South Carolina Aiken, Víctor Manuel Durán, relata en su discurso informativo donde describe Belice en una luz idílica; antes de la llegada de los británicos, las tierras de Belice fueron un lugar olvidado e ignorado por la parte de España (Durán, 2008, p. 84). Cuando establecieron colonias en el Nuevo Mundo, los europeos primariamente estaban buscando nuevas tierras para extraer recursos naturales y enviarlos al país colonizador para proveerlos de materias primas para sus industrias y así llevarse los beneficios y aumentar su poder e influencia en el mundo. Los españoles no habían encontrado ninguna mercancía que valiera la pena explotar en el área que hoy en día es Belice y a causa de esto dejaron en paz , en cierta medida, a los Maya que habitaban la zona. Sin embargo, toda la región de Centroamérica donde hoy en día se encuentran los países de Belice, Guatemala y el sur de México es caracterizada por una biodiversidad profunda con distintas regiones de bosques, regiones montañosos y praderas (García García, 2011, p. 154). Y fueron aquellos bosques fértiles los que especialmente llamaron la atención de los británicos cuando los descubrieron.

Desde la época colonial la tierra de Belice ha sido víctima de la deforestación, primero bajo las manos de los británicos debido al comercio de la madera, y hoy en día como resultado de la sobrepoblación y uso de las tierras forestales para la agricultura de subsistencia. Kauffer y García García también notan que la contaminación de las aguas comienza con el sobreuso del suelo, tanto para los fines comerciales de los países colonizadores como para sustentar a la población que vive allí hoy en día (García, 2011, p.151). No obstante, este mal uso de la tierra no era un problema polémico para los británicos durante la época colonial. Ellos estaban más preocupados de asegurarse que podían controlar los bosques de donde estaban exportando grandes cantidades de madera. Lucharon contra y derrotaron tanto a los conquistadores españoles que habían reclamado dichas tierras su colonia como a los Maya, los indígenas que realmente vivían allí durante los siglos XXVIII y XXIX (Durán, 2008, p. 83). Estas actividades de explotación forestal y las batallas entre británicos y los Maya, y británicos contra españoles definieron las separaciones étnicas que todavía persisten en Belice hoy debido a que los británicos expulsaron a los Maya y a los habitantes mestizos de la colonia española al norte y oeste, y a su vez trajeron miles de esclavos africanos los cuales son antepasados de los Creoles y Garifunas que hoy en día viven en la ciudad más poblada del país, Ciudad de Belice, y al sur del país (Durán, 2008, p. 84). Los tratados de esta época también marcaron el comienzo de los tratados entre los países involucrados para definir las fronteras de Belice. Cuando Gran Bretaña todavía controlaba la región donde se encuentra Belice, conocida en aquella época como Honduras Británica, se establecieron lo que hoy se considera la frontera con México a través de un tratado en 1893, sin embargo, una demarcación específicamente definida no ha existido entre los países de México y Belice hasta hoy en día. Belice no ha tenido un conflicto con México sobre la demarcación de esta frontera porque México no ha tratado de tomar las tierras de manera oficial de Belice y los dos países siguen respetando mutuamente la línea definida por el río Hondo (Kauffer-Michel, 2013, p. 74). A la vez, es importante notar que la administración de toda política relacionada con asuntos de aguas fluviales en México está radicada en Ciudad de México, bastante lejos del área en cuestión (Kauffer, 2018, 39) algo que curiosamente es bastante similar a la situación vivida en la época colonial, donde la administración de las colonias era realizada desde Europa. En cambio, a diferencia de México que no ha implementado ningún tipo de políticas de corte agresivo respecto a la frontera con Belice, Guatemala ha intentado en múltiples ocasiones reclamar parte de las tierras suroccidentales de Belice y obtener el reconocimiento de esta nueva delimitación por parte de los organismos internacionales (Belize Government, 2018). A pesar de que hasta el día de hoy Guatemala ha fracasado en asegurar su posición respecto a esta materia en el derecho internacional, en cada nueva audiencia sigue intentando tomar ventaja del hecho de que migrantes ilegales guatemaltecos hacen uso de estas tierras.

De este modo, el problema que sigue siendo un punto de conflicto actualmente es que la gente que vive en la tierra disputa sobre como esta se debe utilizar y que cuidados se le debe dar, así como cuál es la función que dicho uso de estas tierras debe tener. Los colonizadores europeos no respetaron ni la cultura ni los derechos de la gente que se encontraba en las tierras donde formaron sus colonias. La creencia de los poderes coloniales era una de subyugación y explotación a los indígenas, porque también eran vistos como los esclavos traídos al nuevo mundo para la explotación de la tierra, no como seres humanos con los mismos derechos que cualquier otro ciudadano del país (Durán 2008, p. 83). El impacto de esta desigualdad de poder y los efectos de la destrucción del estilo de vida de los indígenas sigue siendo teniendo impacto en sus descendientes. Cuando los europeos decidieron entre sus iguales, no respetaron los lugares sagrados de los indígenas ni que estos compartían la tierra en comunidades en vez de separarla en pedazos dominados por solo una persona o pequeño grupo familiar (Durán 2008, p. 85). En esta misma dirección, Froyla Tz’alam, un Maya Mopán de Belice quien es director ejecutivo del Sarstoon Temash Institute of Indienous Management del distrito de Toledo delata el ejemplo de la continuación de los abusos en contra de la gente indígena en otros países, tal como en Guatemala tras el proceso de la legalización de sus tierras aborígenes (Tz’alam, 2017, p. 10); básicamente, personas de origen indígena, como los Maya de Guatemala, son sujetos a una mayor opresión producto de la política interna de sus respectivos países. Sin embargo, hoy en día las políticas de Belice giran en la dirección opuesta gracias al cambio de pensamiento de sus líderes de gobierno el cual ahora se centra en la preservación, tanto de los recursos naturales de Belice como de la cultura de aquellos indígenas quienes fueron los primeros habitantes de esta tierra.

La gente de Belice está muy preocupada sobre la deforestación provocada por la intrusión de personas desde los países vecinos, como Guatemala, debido a que dicha población en su mayoría está compuesta por personas que huyen de la pobreza, violencia y opresión en sus países de origen, y por lo tanto generalmente carecen de recursos por lo que se ven obligados a remover los árboles para así cultivar la tierra y poder dar sustento a sus familias con lo producido en estas granja. Se estima que el aumento de inmigrantes de los países de El Salvador, Honduras, y Guatemala a los países de Belice, Costa Rica, Nicaragua, y Panamá es de más de un mil por ciento en 2017 en comparación del número de inmigrantes en 2011 (Marreo, 2018, p. 1). Se puede ver el impacto de la deforestación en la frontera desde imágenes satélite con el contraste del frondoso verde obscuro del bosque al lado beliceño y el verde-amarillo al lado guatemalteco (Belize Government, 2018) el cual es provocado por la deforestación y el uso de la tierra para agricultura, y lamentablemente también para otros fines de lucro como la cultivación de drogas por los carteles guatemaltecos (Tz’alam, 2017, p. 10). El avance de la deforestación de los bosques de Belice es causado por el constante flujo de personas de los países aledaños, pero la razón de fondo de la necesidad de estos grupos de personas en emigrar es la disfunción de los gobiernos en sus países de origen, lo cual a su vez es resultado del mal manejo de las tierras desde la época colonial.

El punto culmine del conflicto en la frontera entre Belice y Guatemala fue la decisión por ambas partes de llevar su conflicto ante la Corte Internacional de Justicia. Desde la superficie, esta decisión puede parecer causada por la simple incompetencia de ambos gobiernos, o las respectivas estructuras estatales de Belice y Guatemala, pero un escrutinio un poco más detallado permite ver que parte del conflicto de fondo surge a causa de la disfunción de dichos gobiernos, lo cual se ve especialmente reflejado en la incapacidad de respetar un tratado mutuo sobre la delimitación de la frontera, no obstante también se debe mantener a la vista que esto no es la única razón. Guatemala por su parte ha tenido problemas con México históricamente debido a la toma de terrenos por parte de este último y parte del motivo por el cual México ha tenido interés en las tierras a su frontera al sur surge por las mismas razones que tuvieron los países que vinieron originalmente a colonizar, los recursos naturales que el área tiene que. Y en adición como es que estos pueden ser usados para ayudar a su gente, como ha notado Kauffer-Michel en su trabajo junto con García García, porque la mayoría de México es tierra árida, básicamente un desierto si lo comparamos con la región al sur de su frontera donde hay una mayor cantidad de recursos naturales y un mejor acceso a flujos naturales de agua (García García 2011, p. 145). También nota que los ríos de la región fluyen tras las fronteras y son usados por los tres países como fuentes de agua para los pueblos y sus granjas, pero hasta el día de hoy no existe un acuerdo entre los tres países acerca del uso y la preservación de estas aguas, algo que podría provocar un conflicto de grandes proporciones en el futuro. A pesar de que la disputa entre Belice y Guatemala es un conflicto regional que no es muy bien conocido fuera de sus fronteras, es un conflicto basado en la toma de las tierras del Nuevo Mundo por los poderes coloniales y la historia de maltrato tanto hacia estas tierras como hacia la gente que vivía allí.

Una situación similar es la que se ha desarrollado con el paso de los siglos entre República Dominicana y Haití. También tienen una frontera compartida, pero a diferencia de la situación en Belice aquí no hay cuestionamiento alguno de que la demarcación de dichos limites fue por la mera influencia del hombre para así artificialmente dividir una isla en dos partes. Se debe tener en cuenta que, aunque parte de la frontera es demarcada por un río, es simple cuestión de lógica que no puede existir una frontera divisoria natural en una isla de tal tamaño. Esta isla fue una de las primeras islas que los europeos encontraron y colonizaron, con los españoles estableciendo su colonia al lado este de la isla mientras los franceses llegaron a reclamar y establecer su colonia en el lado occidental. Como Micaela González Valdés, parte de la Facultad de Filosofía y Humanidades en la Escuela de Historia en la Universidad de Nacional de Córdoba relata, durante el periodo comprendido entre el comienzo de la época colonial y la primera mitad del siglo XX la entonces colonia de Francia y luego de su independencia el país de Haití fue el lado dominante de la isla, tanto económica como políticamente (González Valdés, 2017, p. 83). Haroldo Dilla Alfonso, un sociólogo cubano-dominicano del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Arturo-Prat sugiere que los españoles no habían establecido pueblos al lado oeste para evitar contacto con los Taíno, las indígenas de la isla (Dilla Alfonso, 2019, p. 94). Desde la llegada de los europeos a la isla, esta ha sido partida en dos, tanto en el hecho de demarcar una línea fija artificial en su tierra como en el de segregar la gente que vive allá en dos facciones distintas.

El conflicto actual entre Haití y República Dominicana en su mayor parte es basado en el movimiento de la gente en la isla en vez de un conflicto de la línea de la frontera. El primer conflicto fue el de los europeos en contra de los pueblos aborígenes, el cual tuvo como resultado que en alrededor de cincuenta años ya habían eliminado casi por completo a la población indígena Taíno que había vivido allí por siglos (Carrón, 2013, 36). El segundo conflicto que ha causado la actual decisión por la parte de las cortes y el gobierno de República Dominicana de negar la ciudadanía a todo habitante del país que tenga decendencia de Haití es el conflicto del poder que resultaba después de la alteración irrevocable de la estructura de opresión y poder sobre los esclavos africanos después del éxito de su revolución contra Francia y la creación de un país basado en el concepto de que todos en su país serían nombrados negros como un término genérico (González Valdés, 2017, p. 83). La necesidad de las elites blancas españolas al otro lado de la isla de confrontar este nuevo concepto tiene impacto hasta hoy en día en República Dominicana con la consistente persistencia del historial racista originado en la época de la colonia española, pero afamada durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina que empezó en 1930 con la promulgación de que la mezcla entre los españoles y los Taíno es lo que es responsable del color oscuro de la piel de la mayoría de los dominicanos y no debido a la influencia de los esclavos africanos que fueron llevados a la isla (Dilla Alfonso, 2019, p. 96). El gobierno dominicano ha institucionalizado esta negación de las raíces afrodescendientes, siendo una de sus varias manifestaciones la manera de identificar la raza de la gente, usando el termino indio para nombrar a las personas mulatas de piel oscura y describir este color usando el termino moreno en vez de negro, algo que se reserva para describir la gente de origen haitiano (González Valdés, 2017, p. 85). La negación de las raíces afrodescendientes ha abierto la puerta al gobierno y a la política en República Dominicana para crear una discriminación sistémica de cualquier persona con un tono de piel más oscuro, lo cual hoy en día es considerado como un indicador de ascendencia haitiana, para así reforzar la idea de que hay dos lados distintos en la isla.

La discriminación contra el pueblo haitiano por parte del gobierno dominicano tuvo su cúspide con la decisión del Tribunal Constitucional de Republica Dominicana en la sentencia 168/13 de octubre del 2013 y el impacto de esta decisión en la ciudadanía de la mayoría de los habitantes del país con orígenes haitianos. La sentencia establece que toda persona nacida en República Dominicana cuyos padres no hayan estado registrados legalmente en el país dejaran de tener nacionalidad dominicana. Sin embargo, las raíces de este historial de discriminación se remontan a la época colonial, con el desequilibrio de poder entre la colonia española y la colonia francesa. Tal como ya ha sido mencionado, desde la colonia hasta la primera mitad del siglo XX el lado oeste de la isla, donde Francia tenía su colonia y que luego de la revolución haitiana paso a ser el país soberano que hoy conocemos como Haití, era el lado más próspero de la isla. Ahora bien, con la abolición de la esclavitud en aquellos países europeos que originalmente trajeron los esclavos a la isla, hubo la necesidad de encontrar mano de obra barata para realizar aquellas labores necesarias para así continuar con la producción de las materias básicas que las colonias habían producidos antes con la explotación de los esclavos. El lado de la isla de República Dominicana estaba caracterizado por la abundancia de recursos naturales y tierra apta para la producción de azúcar, mientras Haití por su parte tenía una plétora de habitantes disponibles para proveer la mano de obra necesaria (Dilla Alfonso, 2019, p. 95). Entre las elites blancas del lado dominicano de la isla surgió la necesidad de persuadir a su población, la mayoría de la cual no era de piel blanca pero que era una población más heterogénea que aquella del lado haitiano, de que seguir bajo un gobierno haitiano llegaría a ser peor que someterse a uno nuevo en el lado este de la isla (Carrón, 2013, p. 32). Estas elites lograron dicho objetivo a través de la idealización sobre la relación menos aberrante entre amo y esclavo que había existido en su lado de la isla en comparación con lo sucedido en la colonia francesa, que se caracterizó por el maltrato de los esclavos y a su vez convencer a su heterogenia población de que la raza más despreciable era aquella que tenía un origen africano, algo que era el fundamento de la sociedad haitiana. Así las elites podían preservar su poder e influencia al lado dominicano a pesar de que en realidad la población de este lado de la isla compartida numerosas similitudes con la gente al lado haitiano (Dilla Alfonso, 2019, p. 95). La semilla de la antipatía dominicana contra los haitianos fue plantada con la asunción al poder de las elites blancas dominicanas durante la primera mitad del siglo XIX, pero creció aún más con la consolidación del poder a manos de la dictadura de Trujillo.

Hasta el día de hoy, aún hay inequidades que persisten desde la dictadura trujillista, ello dado que, aunque los dominicanos se consideran a sí mismos liberados de su opresión, Republica Dominicana todavía vive bajo la influencia de las ideas que Trujillo consolido. La propaganda usada durante la dictadura afirmaba que los dominicanos eran en su esencia de raza blanca, proveniente de los colonizadores españoles que se mezclaron con la gente indígena del lugar, y que la antítesis de su estilo de vida y religión católica eran los paganos africanos que vivían en el país al otro lado de la isla. El hecho más grave y despiadado fue la masacre de miles de haitianos que vivían en la tierra reclamada por los dominicanos cerca de la frontera norte entre los dos países bajo las órdenes de Trujillo, bajo la fachada de un programa que la dictadura llamó la dominicazación de la frontera (Dilla Alfonso, 2019, pg. 95). La dictadura también creó las primeras leyes que establecieron la posición inferior del haitiano en la sociedad dominicana, mientras que a su vez permitían que estos siguieran siendo usados como mano de obra barata para el beneficio de la economía dominicana. Según los reglamentos migratorios establecidos en el año 1939, los jornaleros y sus familias solo podían ser clasificados como extranjeros y se consideraba su permanencia en el país de carácter temporal, ello a pesar de que muchos de estos trabajadores vivieron de largo plazo con sus familias en los bateyes azucareros (González Valdés, 2017, p. 88). De este modo, los dominicanos se podían beneficiar económicamente del uso de trabajadores haitianos mientras que a su vez se les culpaba de ser parte de una raza inferior que había oprimido a los dominicanos injustamente por una década antes de que los dominicanos se liberaran de dicha dominación haitiana. Dada esta cultura impuesta en el pueblo dominicano, no es curioso que la fecha que se celebra como el día de su independencia sea aquella en la cual se presentó la declaración que determino la completa separación del lado haitiano, y no así el día de su liberación de la corona española, ello a pesar de que está última fue la que permitió a Republica Dominicana ser un país independiente fuera de la soberanía de un poder extranjero y que esta ocurrió más de dos décadas después de su liberación del dominio de los haitiano, la cual cabe mencionar que fue conseguida con el apoyo de la diplomacia de Haití (González Valdés, 2017, p. 84). A pesar de que los dominicanos concuerdan en que la dictadura de Trujillo fue un periodo obscuro en la historia de su país, todavía persisten muchas de las ideas racistas propagadas durante su dictadura las cuales se ven reflejadas en las decisiones que el gobierno y los cortes hacen.

Por lo tanto, se puede concluir que la Sentencia 168/13 y los decretos resultantes constituyen una violación a uno de los derechos humanos más fundamentales como lo es el tener una nacionalidad, esto debido a que no existía ninguna manera efectiva para los individuos afectados de recuperar su nacionalidad ni en República Dominicana ni en Haití. La decisión plasmada en la Sentencia 168/13 fue una reinterpretación del Ius Solís, el cual trata sobre como una persona puede adquirir la nacionalidad dominicana lo que incluye la situación respecto del hijo de personas documentadas bajo un estatus no inmigratorio, tal como el estatus de extranjero definido durante la dictadura trujillista para los trabajadores haitianos, y la de aquel hijo de padres que se encuentran de manera irregular dentro del país dominicano, y si estos tienen el derecho de inscribirse en los libros de Registro de estado civil (González Valdés, 2017, p. 94). Lo más impactante de la sentencia era la posibilidad de aplicarla de manera retroactiva hasta el principio del registro en 1929, de este modo toda persona que se encontrase en el registro de estado civil, pero con padres indocumentados, eran afectada. Carrón ilustra las diferentes opiniones acerca de esta decisión, tanto desde el punto de vista de los dominicanos y como del resto del mundo. Desde afuera, dicha sentencia fue considerada en una luz muy negativa debido a que constituía un quiebre de los derechos humanos y era usada para justificar la aplicación de esta nueva interpretación del Ius Solís y además sería una carga injustificada para las personas afectadas dado que muchos ya no tenían enlaces haitianos y ni siquiera hablaban la lengua criolla haitiana. Sin embargo, muchas de las reacciones de los dominicanos dentro de su país fueron a favor de la sentencia, especialmente por los nacionalistas conservadores, los quienes incluso marcharon en la ciudad capital Santo Domingo exigiendo la construcción de un muro en la frontera con Haití para así evitar la entrada masiva de haitianos de manera irregular (Carrón, 2013, p. 28). Dilla Alfonso nota que la Sentencia 168/13 no hubiera sido posible sin el cambio de las leyes que gobernaban el sistema de ciudadanía en el país en el año 2004 para remover el Ius Solís de la ley dominicana. Esta ley fue disputada y llevada ante la Suprema Corte de Justicia, que emitió el dictamen de que los haitianos indocumentados en República Dominicana son considerados como pasajeros en tránsito sin consideración del tiempo que la persona ha estado dentro del país (Dilla Alfonso, 2019, p. 98). El pináculo de la discriminación de los dominicanos en contra de los haitianos fue la negación retroactiva de la nacionalidad de cualquier persona registrada pero que no pudiese demonstrar la patria dominicana de sus padres.

A la vez, no todos los dominicanos son parte de la facción de nacionalistas conservadores, así como no todos están correctamente informados acerca del impacto de dicha sentencia, entonces hay se debe investigar la opinión de la gente en general para así también poder determinar la extensión real de la discriminación contra los haitianos. Una encuesta de opinión pública que fue realizada en febrero 2014 – unos meses después de la sentencia – notada en la investigación de Carrón, encontró que 83% de los dominicanos encuestados pensaban que el gobierno debe evitar con toda su fuerza la inmigración de los haitianos a República Dominicana pero a su vez 68% de los encuestados estaban a favor de dar amnistía para aquellos nacidos dentro del país pero de padres haitianos, sin embargo en la encuesta no se especificó en que se consistiría dicha amnistía (Carrón, 2013, p. 29). Además, Carrón demuestra que las ideas racistas han perpetrado en las nuevas generaciones dominicanas, ello basado en las respuestas de los jóvenes universitarios publicadas en un estudio realizado en 2001 donde la mayoría dijo que no se casarían con alguien con el color de piel muy oscuro (Carrón, 2013, p. 35). Dilla Alfonso nota que eran muy pocos y escasos los grupos de dominicanos que activamente demostraron su oposición a la sentencia, mayormente compuestos por los afectados e intelectuales (Dilla Alfonso, 2019, p. 101). Una vez que la presión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y críticos internacionales aumento, el gobierno de República Dominicana estableció el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros (González Valdés, 2017, 95) pero como relata Dilla Alfonso, el proceso es bastante riguroso, especialmente relacionado con la exigencia de presentar documentos formales los cuales pueden ser difíciles de obtener para la gente que está en el país de manera irregular (Dilla Alfonso, 2019, p 101). Es cierto que ideas racistas todavía existen en la cultura dominicana y que el gobierno de República Dominicana fue responsable de un decreto que negaba los derechos humanos fundamentales de gente que vivía en su país, pero al mismo tiempo la influencia de los extranjeros en esta narrativa tras toda su historia ha dado un impacto importante.

En conflictos regionales modernos como los de la frontera entre Belice-Guatemala y aquel sobre la nacionalidad de migrantes haitianos en República Dominicana, es fácil para un observador externo llegar a la conclusión de que las potencias mundiales no están involucradas debido a que estos países no son significantes desde el punto de vista de los países con mayor poder. Sin embargo, las acciones tanto de los gobiernos como de la gente de estos países pequeños han sido guiadas por aquellos países con más poder por siglos y la influencia de sus deseos e ideas sigue teniendo una gran repercusión en las situaciones actuales. En su discurso incluido en el libro Atravesando Fronteras: Voces desde Haití hacía Sudamérica: Libertad, Igualdad, y Fraternidad, Enrique del Percio argumenta que la situación actual de la gente en Haití como cada población en el mundo es un bifronte con una cara mirando “hacia el futuro que deberíamos construir” y la otra mirando alerta del “pasado en el que hemos ido construyendo esté presente” (Del Percio, 2019, p. 27). Él promueve las interconexiones entre las personas en todo el mundo y, aunque reconoce que un mundo sin hegemonía es imposible, implora que encontremos un mundo que no demande víctimas de injusticia (Del Percio, 2019, p.52). Esta idea puede ser aplicada a la situación actual de la frontera Belice-Guatemala, porque la verdad es que a los dos lados hay víctimas de una jerarquía mundial injusta. Mónica Toussaint Ribot, una investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas José María Luis Mora, muestra la influencia de los Estados Unidos al apoyar tanto a guatemaltecos como beliceños en sus reclamos sobre  tierra perteneciente a la colonia Honduras Británica, cambiando su opinión según la conveniencia de sus motivos, incluyendo la abolición de colonias europeas en las Américas bajo la doctrina Monroe a la construcción de un canal en Centroamérica para el pase de mercancía más eficaz de su costa este a su costa oeste (Toussaint Ribot, 1994, 60). De manera similar, Lorgia García Peña, profesor asistente de Harvard University analiza las obras de arte del artista dominicano David Pérez y su visión de una isla unida sin fronteras. Ella describe el impacto que su obra llamado Trata tiene en la Plaza de España en Santo Domingo donde el artista está sentado en un círculo quinientos de cañas de azúcar cortados por un trabajador haitiano (García Peña, 2013, 60. Ella conecta el precedente histórico de la esclavitud y explotación del trabajador en el comercio del azúcar que se ha trasladado al fenómeno moderno del turismo en la isla. Los dos comercios tienen un propósito parecido, tanto en que ambos apuntan a proporcionar un producto para el consumo y gozo de personas provenientes de países extranjeros como en el hecho de que ambos, directa o indirectamente, resultan en abusos contra la gente de la isla (García Peña, 2013, 61). Aunque los conflictos de frontera entre Belice-Guatemala y Haití-República Dominicana actuales son un resultado lógico de conflictos regionales históricos, cada pequeño paso que ha contribuido al presente estado de dichos conflictos hoy en día ha involucrado abusos de poder y atentados en contra de los derechos humanos fundamentales por parte de potencias extranjeras, razón por la cual quienes ostentan dicho poder no pueden terminar sin su culpa merecida.

Los derechos humanos han sido violados desde la llegada de los europeos al Nuevo Mundo, y los conflictos hoy en día entre Guatemala y Belice y entre Haití y La República Dominicana son nada más ni nada menos que una representación de la perpetuación en la época moderna de los desequilibrios de poder. Tras toda la historia de la raza humana ha habido violaciones a los derechos humanos, y estos abusos de poder siguen repitiéndose por el simple hecho de que los países más poderosos se benefician de las ganancias que resultan de la violación de los derechos de aquellos con menos poder. Con el mundo globalizado como lo es hoy en día, ya no se puede continuar negando que todos estamos involucrados en estas violaciones contra los derechos humanos y por lo tanto depende de todos nosotros el dar marcha atrás a esta cadena que ha ocasionado el desequilibrio de poder, para así dejar de victimizar infundadamente a personas por el mero beneficio de otros y devolverles algo tan básico y propio de cada ser humano como lo son sus derechos fundamentales.

La solución está en nuestras manos.

 

 

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